Divise mi casa a lo lejos y dudé al dar el paso que me
situaba dentro de mi casa. Me encontré con la mirada de mi mamá y nos saludamos
torpemente a causa de mi nerviosismo que se había hecho notorio por mis dedos
fríos, frente sudorosa y mi tartamudeo mal disimulado. Entre a la sala y lo vi
por primera vez. Él estaba allí sentado en el sofá, del cual se puso de pie
para saludarme con un abrazo que yo respondí también, torpemente. Me tire al
sofá para escuchar sus explicaciones (que eran excusas en realidad) que según
él le darían sentido lógico el hecho de dejarnos a mí y a mi madre cuando
apenas había aprendido a caminar. No sé cuánto duro la conversación (que en
realidad fue un monologo, con afirmaciones y negaciones con la cabeza como
únicas intervenciones mías) y no recuerdo mucho de aquello. Pero sé que
finalizo con la promesa de enviarme una pensión voluntaria y la respuesta
inmediata de cualquier petición excepcional de mi parte.Luego de aquello me dijo que quería salir a comprarme cosas
“unos regalitos antes que vuelva a lima” dijo. Mientras me cambiaba el uniforme
barajaba a las personas a quienes
pediría auxilio de compañía. Le pedí a mi mama quien no quería (creo que era
porque era un ambiente un tanto incomodo al ser un acercamiento forzado), pero
luego acepto. Creo yo que fue porque se unió mi prima quien desentonó esa familiaridad
intima, hecho que le alivio a mi mamá. A mí también.
Me dio a escoger el
lugar al que iríamos a cenar; elegí la pizzería. Y siguió su monologo…pero esta
vez tenía una salida: lo evitaba hablando sobre otros temas con mi prima. No me
interesaban “sus razones” yo ya había asimilado mi vida de esa manera y punto.
Nadie era culpable de nada simplemente sucedió, tal vez me prive de cosas pero
tuve oportunidades que otros no podían tener. Cada día del padre lloraba la
ausencia del que tenía a mi costado comiendo pizza, pero mi abuelo llenaba el vacío,
en aquel entonces el vacío para mí era no tener a nadie a quien dar mi trabajo
manual del día del padre que hacía en la escuela. Cuando el abuelo murió yo
lloraba más sin darme cuenta de la presencia y esfuerzos de alguien. A mi corta
edad había llegado a comprender que lloraba por alguien a quien no conocía como era. Lloraba porque tenía una
idea equivocada de un padre, pensando que los padres que yo conocía se parecían
al mío. Pero yo en realidad al mío no le importaba. Recordé entonces las largas
esperas en salas de locutorio intermediadas por muchos otros
intercomunicadores, que, no importa cuántas veces u horas esperaba mi madre,
todos al final tenían la misma respuesta: él no estaba. Sabía que yo existía,
conocía donde vivía. Entonces porque no me busco?. Llore mucho al darme cuenta
de la cruel respuesta. Yo creo que ese día cicatrice mi herida porque hasta
ahora nunca más volví a llorar por su ausencia. Ahora él estaba hablándome como
sin con cada gesto mirada acción o regalo me pidiera perdón. No hay nada que
perdonar papá. Dios permitió que sucediera esto y él es perfecto.
Llegue a mi casa con un celular, tres panetones, ropa y
zapatillas. A la mañana siguiente me llamo muy temprano avisándome que traería
el desayuno a mi casa porque luego regresaría a Lima. Después del desayuno lo
acompañamos a la puerta me dio un par de consejos mientras me despedía de la
misma manera que me saludo; con un abrazo. Esa fue la primera y la última vez
que lo vi en toda mi vida. Desapareció el junto con sus promesas. El celular
llego a ser robado, los panetones consumidos, las ropas al igual que las
zapatillas envejecieron y ahora no me queda nada de él solo el recuerdo de ese día
en mi mente.
Siempre quise tener un secreto familiar (como veía en las
películas). Ahora me doy cuenta que tengo uno; no es un secreto en realidad
pero es una gran duda que estoy irrevocablemente segura que jamás me atrevería
a preguntar aunque me la curiosidad me rebalsara. Quisiera preguntarte
mami…¿cómo conociste a mi papá?
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